Internet es sin duda una de las grandes revoluciones de la historia de la humanidad. Hay un antes y un después de internet. E Internet llegó para quedarse, aunque sus primeros tiempos fueron tímidos a consecuencia de la falta de tecnología para el acceso, poco a poco se fue extendiendo hasta convertirse en algo de uso diario para una gran parte de la población. En todo este proceso, ha contribuido enormemente que muchos de los servicios que usamos a diario se ofrezcan de forma gratuita, lo cual los hace accesibles a todo el mundo y al mismo tiempo nos mantiene «enganchados» a ellos. De hecho, muchos piensan que todo es gratis en internet, que ya bastante hacen con pagar el acceso a la red de redes. No obstante, detrás de toda esa «gratuitidad» siempre ha existido una cara oculta, que cada vez es más evidente para todos.
Y es aquí donde entra en juego esa ya, cada vez más conocida (aunque algunos no acaben de entenderla al 100%), frase de «si es gratis, tu eres el producto«. ¿De que va todo esto? Intentaremos explicarlo. Internet se ha convertido en uno de los principales escaparates para la publicidad y es gracias a esta publicidad que entra el dinero necesario para aportar el «combustible económico» que necesita Internet para funcionar. Porque no lo olvidemos, aunque en Internet hay contenidos gratuitos «per se», otros muchos servicios (podríamos decir que la gran mayoría) surgen con la única intención de monetizarse y obtener dinero (bien sea de forma directa o indirecta).
Internet es el espacio de trabajo para muchas compañías y como cualquier otra que funciona en la vida real, necesitan pagar a sus empleados, sus impuestos y todo aquello que necesitan para funcionar. Además de pagar, a los dueños de esas empresas les suele gustar la idea de obtener un rendimiento económico… hasta ahora nada reprochable ¿verdad? Y entonces ¿porque nos ofrecen los productos gratuitos? ¿Alguien se imagina a un panadero ofreciendo su pan gratis?
Pues al igual que el panadero que necesita cubrir unos gastos y querrá obtener unos beneficios por su trabajo, en Internet las compañías persiguen ese mismo objetivo, si bien en lugar de cobrar por el producto que ofrecen buscan una via de ingresos indirecta para el usuario. De esa forma los usuarios hacen uso del servicio de forma gratuita y la empresa obtiene los ingresos necesarios. Pero la pregunta es: ¿quién pagará a esa empresa? Aquí es donde está lo que mencionamos al principio… el combustible económico: la publicidad.
Las empresas de publicidad tienen ante si una arena con miles de millones de usuarios conectados casi a cualquier hora, en cualquier parte del mundo… y ese es un pastel muy jugoso. Así pues las compañías lo que hacen es vender información de sus usuarios (teóricamente de forma totalmente anónima) para obtener los ingresos esperados y poder ofrecer su servicio de forma gratuita.
Sabiendo todo esto, ya podemos entender esa famosa frase: «si es gratis, tu eres el producto». Al aceptar las condiciones de registro en la mayoría de servicios, estamos autorizando a las compañías a comerciar con nuestra información y es esta la que ellos cambian por dinero para seguir ofreciéndonos el servicio de forma gratuita. De esta forma todos contentos: la empresa obtiene los ingresos que necesita para desempeñar su actividad, la compañía de publicidad obtiene información valiosa para poder perfeccionar sus campañas de marketing y nosotros podemos hacer uso del servicio de forma gratuita.
¿Todos contentos?
Ahora que ya sabemos del porqué de la «gratuitidad» podríamos empezar a preocuparnos por la información que estamos cediendo y el uso que se haga de ella. Así es como en los últimos años ha crecido la preocupación por la «privacidad» y las autoridades han trabajado en leyes que intenten proteger nuestra información.
Aún así, los engranajes de internet siguen necesitando de ese «combustible» y en algunos casos se amparan en ello para «exigir» una cesión cada vez mayor de información privada a cambio de poder usar los servicios. Hace no mucho que se pudo contemplar como Google cambiaba su política de privacidad (si esos textos que casi nadie se lee) de forma que podían compartir la información de nuestras cuentas de Google con los servicios de anuncios. ¿Y que diríais si leeis que Facebook también conoce vuestra vida más allá de Internet?.
Cada vez volcamos más información en la red de redes, muchos se sorprenderían de la cantidad de datos que hemos volcado en la red. Gracias a toda esa información y lo que se conoce como el BigData muchas compañías pueden hacer incluso predicciones de cara a futuros comportamientos. Es mucha la información que poseen de nuestra forma de comportarnos en la red y gracias a ella siguen mejorando y haciendo los servicios cada vez más «atractivos» y como «todo» el mundo hace uso de ellos, estamos casi «obligados» a seguir usándolos. Es una pescadilla que se muerde la cola, y todo ello a costa de nuestros datos.